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miércoles, 3 de octubre de 2012

Dificultades para restaurar la seguridad en la Península del Sinaí


Carlos Echeverría
miércoles, 03 de octubre de 2012



La destrucción por parte de las autoridades egipcias de los túneles de contrabando que desde hace años horadaban el subsuelo de la sensible frontera con la franja de Gaza, por un lado, y la "mano dura" aplicada contra los terroristas que hasta este verano habían actuado con casi total impunidad en la Península del Sinaí, por otro, serían indicadores del pragmatismo del Presidente Mohamed Morsi. Precisamente por ser islamista habrá que esperar al menos algo más de tiempo para poder confirmar tan generosa valoración, y ello es así porque lo hasta ahora hecho, aún siendo importante, no marca necesariamente tendencias sino más bien la obligación de "hacerse con el cargo" en un momento especialmente sensible.

La gravedad de los desafíos y la obligación de actuar

Desde 2004 terroristas y bandidos aprovechan el vacío de seguridad existente en la Península para atacar a las autoridades y secuestrar turistas. A partir de los primeros meses de 2006 la situación se agravó en el contexto de la liberación progresiva de terroristas de la Gama'a Al Islamiya - más de 900 -, primero, y de la Yihad Islámica después. Los atentados comenzaron a sucederse, incluyendo ataques a comisarías y a patrullas policiales en el norte, principalmente en la capital de la región: Al Arish. Enseguida, la caída en manos de Hamas de la franja de Gaza, en el verano de 2007, confirmó ya definitivamente el descenso hacia el caos en la zona. Los 600.000 beduinos que habitan el territorio han sido marginados tradicionalmente por el poder de El Cairo, pero hoy parte de ellos encuentran lamentablemente en el estandarte yihadista un asidero para reaccionar contra esa situación.

Con el estallido de revueltas en el país, a partir del 25 de enero de 2011, el crecimiento de la inseguridad tuvo su escenario álgido aquí, incluyendo sabotajes contra el gasoducto que sirve gas egipcio a Israel. Pero la gota que colmaba el vaso se produjo ya en agosto de este año, poniendo además en una dificilísima posición a Morsi. Pocos meses después de acceder a la Jefatura del Estado, y coincidiendo casi en el tiempo con su golpe de efecto al destituir a la cúpula militar de la época de Hosni Mubarak -para muchos una puesta en escena de un acuerdo previo entre islamistas y militares-, Morsi se veía obligado a aprobar la "Operación Limpieza del Sinaí" tras la matanza de dieciséis soldados y policías producida el 5 de agosto durante el asalto a un puesto fronterizo cercano tanto a Gaza como a Israel. Como Presidente no podía hacer otra cosa pues tal desbordamiento se producía en el delicado momento en el que trataba de afianzarse en el poder.

Tanto a Morsi como a su Primer Ministro, Hisham Qandil, las familias y otros asistentes al sepelio de los soldados y agentes asesinados les mostraron su rechazo y hubieron de abandonar el acto fúnebre, poniendo ello en evidencia las fracturas que afectan a la sociedad egipcia agudizadas con la llegada de los islamistas al poder. La constatación además de que algunos presos excarcelados en los últimos meses, en el contexto de las revueltas, habrían participado en el asesinato de los funcionarios, ha provocado aún más indignación. El 23 de agosto las Fuerzas Armadas hacían público que en el Sinaí hay unos 1.600 radicales instalados, la mayoría seguidores del ultrarradical Takfir Wal Hijra (Excomunión y Exilio), y que directamente relacionados con el ataque se buscaba concretamente a 120. El 8 de septiembre, las Fuerzas Armadas afirmaban haber matado ya a 32 radicales. Semanas después, el 24 de septiembre, se dictaban penas de muerte contra 14 yihadistas y cadena perpetua contra cuatro: todos ellos estaban acusados de haber atacado en julio de 2011 la Comisaría y la sucursal del Banco de Alejandría en Al Arish, provocando la muerte a seis personas.

Las consecuencias internacionales de la desestabilización terrorista del Sinaí

La violencia en el Sinaí no sólo es preocupante para el Estado egipcio sino que ofrece un escenario ideal más para extender y profundizar la internacionalización del activismo yihadista salafista.

En el ataque del 5 de agosto se acabaron viendo implicadas las Fuerzas Armadas de Israel, el Tsahal, obligado a actuar, aunque eso sí dentro de su territorio, para eliminar a algunos de los terroristas que se habían infiltrado en el mismo. Con ello, las alarmas en términos de seguridad con respecto a Egipto, encendidas con las revueltas y el descontrol que siguió a la caída de Mubarak, no han hecho sino incrementarse. La llegada de armas procedentes de Libia ha obligado además a que las aeronaves civiles y militares, en particular las que operan en la ciudad portuaria de Eilat, hayan tenido que tomar medidas adicionales de protección. A la guerra en Siria y al pulso con Irán, Israel debe sumar ahora la preocupante evolución del vecino egipcio.

Por otro lado, el doble ataque dirigido contra efectivos de la Fuerza Multinacional de Observadores (MNFO, en sus siglas en inglés), el 15 y el 17 de septiembre, ha pasado en buena medida desapercibido pero muestra vulnerabilidades añadidas en la región. La MNFO reúne actualmente a efectivos colombianos, estadounidenses y uruguayos y no son "cascos azules" de la ONU sino una fuerza "ad hoc" creada en el marco del Tratado de Paz egipcio-israelí. Tres soldados colombianos sufrían heridas leves cuando su base de Al Gora fue atacada el 15 de septiembre por una turba que dirigía contra estos militares extranjeros su ira por la publicación de la película sobre Mahoma, y dos días después eran ya los terroristas los que intentaban un ataque armado contra idéntico objetivo. Durante la persecución de los terroristas - que las autoridades egipcias relacionan con el grupo Tawhid Wal Yihad (Unicidad de Dios y Guerra Santa) - ocho agentes sufrieron heridos.

Finalmente, el susodicho sellado de los túneles de Gaza están poniendo a Morsi en una incomodísima posición: el 1 de octubre una manifestación convocada por Hamas en Gaza ha criticado agriamente dicha medida y a quien la ha dado. Múltiples vulnerabilidades pues y crecientes contradicciones en un escenario cada vez más presente.

* Carlos Echeverría es Doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid
Profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la UNED
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