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viernes, 16 de noviembre de 2012

Defensa de altos vuelos

https://www.youtube.com/watch?v=u6Na_eZnSQ8


Zaragoza.- Defender el espacio aéreo español y adiestrar a los pilotos de los caza F-18 son las principales tareas del Ala 15, la unidad del Ejército del Aire basada en Zaragoza.

Un total de 36 aviones F-18; de los que ocho son de doble mando, destinados a la instrucción, componen esta unidad en cuyas instalaciones trabajan un total de 495 personas, que se estructuran en tres ramas básicas: Jefatura, Grupo de Material y Grupo de Fuerzas Aéreas.

Los pilotos se agrupan en tres escuadrones: 151, 152 y 153. Este último tiene como misión específica la enseñanza tanto de los nuevos pilotos como de aquellos que hasta su incorporación al Ala 15 han pilotado cazas de diferentes características a las del F-18. Tres unidades cuyos pilotos viven, pese a los inherentes ‘piques’ una relación “muy intensa y gratificante” ya que “tu vida depende del compañero que tienes volando contigo”, asegura el comandante Daniel Fernández de Bobadilla, jefe del Escuadrón 152.

El Ala 15 se creó el 16 de diciembre de 1985 y los primeros cazas llegaron a la unidad el 10 de julio de 1986. Desde entonces han participado bajo el mando de la OTAN en diversas operaciones militares en zonas como Bosnia (en noviembre de 1994), en Kosovo (marzo de 1999) y en Libia en julio de 2011, como acciones más destacadas. En un caso de emergencia, explican desde la unidad, un caza podría estar en el aire en un período de 15 minutos.

Los pilotos del Ala 15 llevan a cabo entre 16 y 18 misiones (vuelos de entrenamiento) cada día. Unos vuelos que detrás llevan una planificación milimétrica que comienza a las 7.30 horas con el primer ‘briefing’ o reunión en la que se abordan diversos asuntos.
Tres escuadrones componen la unidad aérea

El primer aspecto es la meteorología. El Ala 15 cuenta con un meteorólogo que da a conocer a los pilotos las condiciones atmosféricas y climáticas de la zona sobre la que se va a volar. Esta información es esencial, ya que, tal y como explica el máximo responsable de la unidad, el coronel Francisco González Espresati, puede condicionar la decisión de mantener o modificar una misión en caso de que la meteorología no sea la idónea.

Posteriormente, se hace un repaso del resto de unidades militares que puedan estar trabajando en las zonas que se va a sobrevolar para evitar conflictos. En la misma reunión se analizan también diversos aspectos, a modo de recordatorio, tanto del Reglamento de Circulación Aérea Operativa como de materias de vuelo que pueden abarcar desde la seguridad hasta las tácticas de vuelo.

Pero la misión no concluye al abrir la carlinga del caza y quitarse el mono y el casco. Tras cada misión, los pilotos extraen la información del vuelo realizado, que se recoge en un dispositivo denominado MPDS (Mission Planning and Debriefing System). Este sistema reproduce el vuelo realizado por la aeronave y ofrece visiones desde distintos planos. Dicha información se analiza y se comenta entre los pilotos para evitar cometer errores en el futuro o tomar decisiones con mayor acierto.

No somos héroes

Tras esta reunión llega el momento más esperado por los pilotos. El del subirse a los mandos del F-18 y surcar el cielo. Algo que el comandante Daniel Fernández de Bobadilla califica de “privilegio”. Un privilegio accesible para cualquiera que tenga “voluntad, sacrificio y unos ciertos condicionantes físicos y médicos”, asegura este militar.
Los F-18 realizan los entrenamientos con armamento simulado

Cada piloto completa un plan de instrucción inicial que se prolonga alrededor de ocho meses. Tras ese intervalo de tiempo, el piloto es evaluado y obtiene la calificación LCR (Limited Combat Ready). Posteriormente, los pilotos completan un plan de adiestramiento básico que, a lo largo de ciclos semestrales, les otorgará las calificaciones de CR1 (Combat Ready 1), CR2 y CR3, categoría que les habilita para tomar parte en las misiones de alto riesgo. Cada semestre, un piloto realiza un total de 47 misiones.

“No somos héroes”, asegura el coronel Espresati, quien incide en que “todo el mundo que decide ir a la Academia [del aire] acaba volando en un avión”. “Cualquiera con entrenamiento y ganas puede ser capaz de volar”, asegura.
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