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martes, 16 de abril de 2013

La Armada rusa pone una pica en el Mediterráneo


Óscar Gantes
lunes, 15 de abril de 2013 



La Armada rusa regresa al Mediterráneo y esta vez para quedarse. Tras más de veinte años en los que la VI Flota norteamericana ha campado por sus respetos en ese estratégico mar que baña el sur de Europa y el norte de África, el Kremlin ha decidido que la presencia permanente de sus buques es esencial para defender sus intereses en Oriente Medio y el Magreb, y hacer frente a una posible amenaza por parte del escudo antimisiles estadounidense.

"Es una decisión tanto política como militar. Occidente ha ignorado durante 20 años los tradicionales intereses de Moscú en el Mediterráneo. Sólo hay una forma de cambiar esta dinámica y es con el despliegue de una flotilla permanente", aseguró a este corresponsal Vladislav Shuriguin, experto militar de la revista "Zavtra". Uno de los detonantes de esta decisión ha sido, sin duda alguna, la Primavera Árabe, que ha traído consigo el cambio de régimen en Libia, Túnez y Egipto, y una guerra civil en Siria, principal aliado de Moscú en Oriente Medio. Rusia perdió miles de millones de dólares en contratos militares y energéticos con el derrocamiento del dictador libio, Muamar el Gadafi, y no quiere que le ocurra lo mismo si también cae el sirio Bachar al Assad.

El jefe de la Armada rusa, el almirante Víctor Chirkov, explicó que la flotilla será modesta: unos 5 o 6 buques, entre los que figurarían destructores y fragatas. Mientras, según Shuriguin, la flotilla podría incluir un buque de desembarco con infantería de marina y equipado con misiles, y también alguna embarcación cuya misión sería realizar funciones de espionaje. Tampoco se puede descartar la presencia permanente en la zona de un submarino atómico de última generación. El experto recuerda que, según se supo más tarde, el submarino Kursk, que se hundió en el 2000 con toda su tripulación a bordo, patrulló el Adriático durante la Guerra de Yugoslavia.

El mando de la escuadrilla estará situado en el puerto de Sebastopol (península de Crimea), donde se encuentra atracada la Flota rusa del mar Negro. Pero su segundo puesto de repostaje y mantenimiento será Tartus, la base naval rusa en territorio sirio. En el país árabe residen varias decenas de miles de ciudadanos rusos, en su mayoría mujeres casadas con sirios. Su evacuación exige la presencia de buques con bandera rusa en la zona. Además, Moscú quiere garantizar la defensa de la base o, en su defecto, su inhabilitación por parte de los propios rusos en caso de que las hostilidades lleguen a Tartus.

Otro de los motivos del retorno ruso al Mediterráneo, según los expertos, es el renacimiento de la Armada rusa. Rusia negocia también la reapertura de nuevas bases o centros de mantenimiento en el Pacífico y el Índico. El ministro de Defensa, Serguéi Shoigu, aseguró que, para 2020, la Armada contará con 54 nuevos buques y más de una veintena de submarinos. Rusia ha realizado diversas maniobras en la zona en los últimos meses y sus buques han atracado en varias ocasiones en Tartus con el objetivo de repostar durante patrullas en el Mediterráneo oriental o de camino al golfo de Adén para participar en la lucha contra los piratas somalíes.

Con todo, la presencia permanente de buques con la bandera de San Andrés en el Mediterráneo no representará una amenaza para Occidente, ya que Rusia está muy lejos del potencial naval de la desaparecida Unión Soviética. Entre 1967 y 1991 la V Flota soviética estaba integrada por más de medio centenar de buques, 30 de superficie, 15 submarinos e innumerables barcos de asistencia (dragaminas, cisterna, salvamento, hospital, etc.). Su objetivo era prevenir un ataque contra la URSS por parte de la VI Flota norteamericana. 

"Ahora, Rusia no tiene necesidad de emular la presencia soviética, ya que no estamos al borde de la tercera guerra mundial", apunta Shuriguin. A esto se suma que la Armada está lastrada por la presencia de innumerables equipos militares obsoletos, la carencia de armamento moderno, la falta de preparación de marineros y oficiales, y una crónica descoordinación que limita en gran medida su efectividad, como se pudo ver en la guerra contra Georgia por el control de Osetia del Sur en 2008. "El estado de la flota no puede ser considerado satisfactorio. La Armada no ha recibido nuevos buques durante largo tiempo. Además, muchos de los buques tienen una capacidad limitada en materia de armamento y equipamiento militar", reconoció Shoigu.

Sea como sea, los planes rusos preocupan a Occidente y, especialmente, a Israel. Y es que Rusia también ha ayudado a los sirios a modernizar su sistema de radares de alerta temprana en el sur de Damasco para prevenir una intervención exterior. Al parecer, esos radares cubren varios cientos de kilómetros. Según la prensa, los guardacostas sirios detectaron en varios peñones inhabitados frente a sus costas varios equipos de espionaje de procedencia israelí.

Según el director de la revista "Defensa Nacional", Ígor Korotchenko, el Kremlin quiere fortalecer sus posiciones en el Mediterráneo Oriental, prevenir posibles amenazas pero, principalmente, enviar un mensaje a Occidente de que no puede saltarse más a la tolera el derecho internacional para cambiar regímenes a su antojo. "Éste no es un plan personal de Vladímir Putin, pero hubiera sido imposible sin su apoyo", resalta Shuriguin. Putin ya dejó claro el pasado año el principal dogma de la doctrina militar rusa: Occidente sólo entiende la ley del más fuerte.

* Óscar Gantes es periodista



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